LONJA DEL LAVADERO DE LANAS Y

LAVADERO DEL SOTOPLAYA

LAVADERO DE LANAS. EL AUGE DE LA MESTA

Desde el siglo XV hasta comienzos del XIX, la provincia de Soria fue una de las principales zonas productoras de lana fina de la Corona de Castilla. Se trataba, en su mayor parte, de lana de ovejas merinas trashumantes. La mayor parte de dicha lana se exportaba a otros países europeos, en los que se empleaba para la fabricación de paños de calidad.

El Honrado Concejo de la Mesta fue una gran asociación de ganaderos, de carácter gremial, que desarrolló su actividad entre el siglo XIII y 1836. En su definición como institución fueron decisivos los privilegios que Alfonso X le otorgó en 1273. La Mesta representaba y defendía los intereses de los ganaderos trashumantes: la libertad de paso de los rebaños en sus desplazamientos anuales, la conservación de las vías pecuarias (cañadas, cordeles y veredas) y de los descansaderos, la preservación de los pastos de invernadero y de agostadero, impidiendo tanto su cercado como su roturación y puesta en cultivo, y el control de los precios de las hierbas.

Tras el esquileo, antes de ser conducida a los puertos de embarque o a la frontera francesa, la lana debía ser lavada. El lavado reducía el peso de la fibra a cerca de la mitad del que tenía en sucio, lo que abarataba el transporte en la misma proporción.

En la segunda mitad del siglo XVIII, de los lavaderos ubicados en el territorio de la actual provincia de Soria llegaron a salir cada año más 50.000 arrobas de lana en limpio (1 arroba = 11,5 kilos), lo que equivalía a la producción de unas 600.000 cabezas.

En el término de la ciudad de Soria, a orillas del Duero, se localizaban tres lavaderos: “el primero”, “el de en medio” (o de San José) y “el de abajo”. En la actualidad sólo se conserva parte de este edificio, conocido como el Lavadero de Lanas, que, probablemente, fue el apartadero y lonja del lavadero de en medio: es decir, el lugar en el que se apartaba o clasificaba la lana antes de lavarla y donde se almacenaba y ensacaba una vez lavada. El resto estaría en el parque que queda frente a él.

Lavadero del Soto Playa. El río Duero escenario de todo un arte y duro oficio

En la primera mitad del siglo XX existía el oficio de las lavanderas, que con el fin de ayudar a las mujeres del gremio que pudieran necesitarlo, crearon en ese momento la sociedad de Lavanderas. Trabajaban en el lavadero instalado junto a la elevadora de aguas, en condiciones bastante precarias y cobraban por piezas lavadas que entregaban casi siempre secas convirtiendo el lavado en un arte.
Más avanzados ya el siglo y las tecnologías, la llegada de la lavadora y las lavanderías, hicieron desaparecer este duro oficio.

No existen prácticamente datos sobre este lugar más que una memoria del Ayuntamiento datada en 1932 en la que se deja manifiesta la necesidad de realizar obras de rehabilitación y acondicionamiento del mismo para subsanar la situación de las mujeres, que bien por deber o por necesidad de ganarse un sueldo, llevaban a cabo su trabajo en condiciones inhumanas pues desempeñaban sus funciones a la intemperie y perjudicadas tanto por las crecidas del río en invierno como por el estiaje del mismo en verano.
Por ello desde entonces se decide llevar a cabo una obra para incorporar pilas individuales a lo largo de la zona rectangular del lavadero, con una dimensión adecuada para un lavado correcto y grifos a presión para cada una de ellas, con desagües independientes y directos al río.

En el año 2015 dando continuidad a todas las intervenciones realizadas por el entorno del río, con la finalidad de recuperar las señas de identidad de la ciudad y siguiendo el trazado de los planos originales, fondos del Archivo Municipal, se restaura el Lavadero de manera casi idéntica a como era y con materiales de la época.
Además se dotó al recinto de una pasarela para facilitar el tránsito de los visitantes.